Lima, 01 de abril de 1984
Hipódromo – Perú
Se vislumbraba una tarde húmeda
con fina garua y pistas jabonosas, como a las que ya estamos acostumbrados,
cada día de frio invierno. El centro meteorológico anunciaba una temperatura de
12 grados Celsius con un 80% de humedad para las horas de la mañana, con cierto
brillo solar promediando las 4:55 de la tarde, hora en que se llevaría
a cabo el Clásico Avenida Grau. Por primera vez en la historia de la hípica peruana
el Hipódromo no sería el escenario de esta carrera, en la cual, habrían tan
solo 2 caballos inscritos de un mismo Stud. Las camisetas para los jinetes de
un color ecológico, eran llevadas por un vareador, quien llegaba con sus dos
caballos y, un grupo de trabajadores que cargaban unos tubos con lona, para
poder armar un corral plegable, el cual armarían
en la berma central de la avenida, y encerrar allí a los caballos hasta que se dé
la carrera. Todo ello bajo la acuciosa mirada del juez de padock, quien les
indicaba con exactitud la ubicación exacta de la misma. La pista se mostraba
ligera y muy húmeda, se podía apreciar a simple vista los baches dejados por su
uso continuo y una evidente falta de mantenimiento. El asfalto era de un color
gris oscuro y el cascajo arrancado por el tránsito pesado, permitiría un rápido
deslizamiento de las patas de los equinos.
Habíamos llegado temprano para
poder ubicarnos de una manera estratégica en el nuevo recinto de carreras y
captar la mejor foto, al momento en que pasaran los caballos hacia la meta,
ubicada apenas a una cuadra del partidor. El ancho de la pista era realmente pequeño,
apenas y podrían pasar 2 ejemplares a la vez, hacia la vereda de enfrente, unas
rejas de la casona de San Marcos, dejaban aflorar algunas buganvilias que se
enredaban en toda su dimensión, evitando poder apreciar con libertad, hacia la
parte externa de la pista y nos impediría hacer una buena toma. Esto motivo que
nos moviéramos hacia la berma central de la Avenida Grau, donde habían unos árboles
Tipa, con más 60 años de antigüedad que podrían darnos cierta protección, en
caso que los caballos corran en zigzag, pero el tugurio del tránsito vehicular,
los buses y los peatones del mal vivir, hacían peligrar nuestra seguridad y nuestras
cámaras fotográficas, por lo que tuvimos que desistir de ubicarnos en ese
sitio.
Pronto veíamos llegar a unos
aprendices que raudamente cruzaban la pista de carreras, aprovechando que un policía
de tránsito desviaba con cierta dificultad a los automóviles que junto a sus
conductores, le recordaban a cada instante a su mamá, como si el policía diera
indicios de ser un mal hijo, o un hijo de aquellos…
El mantenimiento de las pistas
del Hipódromo eran necesarias y por ello, la necesidad de encontrar una nueva locación,
y al mejor estilo de los reyes del fulbito de la calle, solo se tendría que cursar una carta al municipio del
distrito, para adueñarnos de la calle, toda una tarde, “UNA TARDE DE CLASICOS”.
La siguiente carrera seria el Clásico Plaza 2 de Mayo, que constaría de dar una
vuelta completa al ovalo.
La hora seguía avanzando y se
aproximaba la hora de la carrera, mientras, los apostadores que ya empezaban a
llegar, procedían a ubicarse en las veredas al borde de la pista auxiliar de la
Av. Grau, ansiosos de ver el resultado del Clásico Avenida Grau.
Ante tanta gente y tan poco
espacio para poder tomar una foto, seguía pensando en una mejor ubicación, y hastiado
me pregunte: ¿Qué mierda hago acá?, …de pronto me desperté y vi que ya era hora
de ir a trabajar, pero esta vez a nuestro querido y verdadero Hipódromo de Monterrico…que
aunque con fallas, el más querido.
Por: Esteban Gagliardi
Foto: Esteban Gagliardi |
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