domingo, 3 de noviembre de 2013

CUANDO EL GLAMOUR SE CONVIERTE DE HUACHAFERIA

Lima, 03 de noviembre de 2013
Hipódromo de Monterrico – Perú
Le daba vueltas a mi cabeza y no dejaba de pensar que estando en el siglo 21 y rodeados de tantas leyes antidiscriminatorias, seguimos viendo a personas que aparentemente aún viven en el siglo 17 y ven por encima del hombro a quienes desmerecidos por su posición económica, son vejados en su honor. Acaso tendremos que llegar al extremo de poner un letrero en el herraje de ganadores que diga: “EL HERRAJE SE RESERVA EL DERECHO DE ADMISION” No sería mejor que diga: “EL HERRAJE NO ACEPTA NINGUN TIPO DE DISCRIMINACION”.
¿Perdón?... ¿es que escuche mal?, si estamos en el siglo 21; si claro el JCP es un club privado, abierto al público para que pueda jugar y apostar a los caballos y, hay muchas personas que trabajan en él, haciendo posible que esta empresa camine. Entonces, ¿el no ser socios o propietarios nos hace perder el respeto por nuestra dignidad?
Pero lo que escuche es cierto y fueron muchos los testigos de este hecho inusual, y muy conocido; es que nos sorprendió que un socio que ni siquiera es propietario de algún Stud (según se nos informó), haya impedido que el vareador de un caballo que acababa de ganar, se pudiese tomar la foto en el herraje, pese a que este contaba con la autorización del preparador. Claro que este no llevo a su caballo al canter y le pidió a un compañero que lo reemplace, por lo que podemos asegurar que estaba muy bien vestido y presentable para la imagen.
Y no siendo suficiente con este tema, el socio de quien no mencionaremos su nombre, (Queremos evitar el bullying cibernético), bajo hacia el herraje  obligando al juez del mismo, que no permita ni siquiera la presencia de la familia del jinete, pues solo tendrían derecho a la foto los propietarios del caballo ganador.
Siglo 21 y aun vivimos con este tipo de pensamientos creyendo que el uno es mejor que el otro, yo les recomendaría que leyeran Niebla de Miguel de Unamuno para dejar de ser uno y convertirnos en el otro.


Por: Esteban Gagliardi 

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