domingo, 17 de abril de 2016

UNA HISTORIA DISTINTA

Lima, 17 de abril de 2016
Cuantas veces nos ponemos a recordar,  los que hemos pasado la barrera de los 40, en todo lo que soñábamos por hacer saliendo del colegio. Los viajes, las aventuras, los estudios, un buen trabajo y porque no, alguien con quien compartir tantas emociones que nos brinda la vida.
El tener un contacto más cercano con la naturaleza nos llenaba de gozo, enterrarnos en la arena de la playa era la de siempre,  sentarnos en el suelo o una vereda, mientras esperamos a la patota, el beber agua de una manguera en pleno verano o salir a correr de madrugada para llegar a algún centro deportivo y jugar fulbito hasta cansarnos, mientras las chicas del grupo, pugnaban por querer también jugar con nosotros, nos hacía sentirnos vivos y más aún, éramos parte de la madre naturaleza y el mundo estaba a nuestros pies.
Muchos crecimos y nos fuimos olvidando de aquellos sueños de adolescentes, lo importante para nosotros pasaba a un segundo, tercer o cuarto plano. Ahora debíamos estudiar para ser alguien en la vida, tener un título, una maestría, ganar dinero, viajar a lugares paradisiacos, tener novias (os), un buen carro, y estar siempre a la moda. Todo ello hoy en día forma parte de nuestras vidas y se hace cada vez más importante; tener una familia, tener hijos y al mismo tiempo, el deber de  ahorrar para la vejes que pronto nos alcanzara.
Pero ¿qué pasa cuando de pronto nos vemos al espejo y nuestro cabello castaño, negro o rubio, comenzó a vestir canas? Nuestro rostro muestra líneas de expresión, nuestro cuerpo ya no es tan ágil como antes y, si, cuando juegas una pichanguita de fulbito, tardamos dos días en recuperarnos.
¿Qué está pasando? ¿De qué me perdí?, miro la vereda y siento tanta vergüenza en siquiera pensar en sentarme una vez más en ella. ¡El suelo! Por favor, ¿me crees capaz de hacerlo?, tengo títulos universitarios, tengo un trabajo que me da el dinero necesario para vivir plácidamente…Sentarme en el suelo ¡jamás! … y el niño, …el adolescente que vivía en nosotros termina por desparecer.
Y la Tierra llora, la naturaleza sufre, pero la metrópoli, el tránsito, el horario de ingreso y el horario de salida nos sigue haciendo esclavos de una vida acelerada y sin paradas.
Sin embargo hoy fue distinto, y sin querer hoy volví a ser un joven adolescente, hoy vestí de corto, hoy me fui al campo, hoy sufrí el embate de los mosquitos, hoy pase hambre, pase sed, ¡hoy me reencontré conmigo mismo!. Hoy me di cuenta que la vida es distinta a como nos la hacen ver, hoy la naturaleza me reclamo, y me dio a conocer facetas que había olvidado, hoy ¡volví a vivir…!!!
Esta podría ser tu historia, como lo fue con la mía, todo depende de uno mismo, de volver a sentirnos como niños. El único requisito para poder reencontrarte con una vida más sana, más emocionante, mas asertiva y más viva, es simplemente dejar que aflore nuestro niño, nuestro adolescente, no importa la edad que tengas, importas solo  tú, entierra tus zapatos en el polvo, camina descalzo sobre el gras húmedo, ensúciate las manos y olvídate de estar peinado, comienza a sudar, y respira… respira con todas tus fuerzas de la fuerza natural que nos brinda la vida, busca un lugar donde te sientas parte de la tierra y brinda toda tu energía en ella, hasta que quedes totalmente exhausto. Empieza a reescribir tu historia, una historia distinta.
No hay mejor terapia para saber cómo nos sentimos o como nos vemos, que el encontrarnos con una fuerza superior a nosotros, pero a la vez sumisa a nuestros deseos de vivir.
El encontrarte por ejemplo con un caballo, te dará un momento de vida muy distinta a la que ya conoces, atrévete, hay muchas formas para que puedas llenarte de energías y yo te aseguro que aunque hoy por hoy no entiendas por qué amo tanto a los caballos, estoy mas que seguro que luego de una experiencia vivencial con ellos, me darás la razón.
El único requisito es… Ser niño otra vez.


Por: Esteban Gagliardi. 

Vive y siente su energía
Foto: Esteban Gagliardi 

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