jueves, 12 de septiembre de 2013

¡CABALLO PARA MÍ! - El amor por los caballos

Quien no recuerda de niño haber visto a un caballo, ya sea en la vida real o por televisión; muchos de nosotros inclusive, quienes hemos crecido en provincias, tanto de la costa como de la sierra, nos hemos acercado a ver algún burrito o caballo criollo, morochuco o serrano, o simplemente chusco y lo hemos visto como el más majestuoso de los animales, nobles y tercos algunas veces, pero ¿quién en la vida no ha tenido su minuto de terquedad?
La ruta habitual de mi niñez para poder ir a las playas del sur, era salir de cañete hacia las aun cristalinas aguas de cerro azul, o las bravías olas de playa los reyes, cerro colorado o lobos. Pero si de ir con los primos o sobrinos menores se trataba, entonces íbamos todos a la playa las conchitas, la cual era apenas una pequeña vertiente de la playa cerro colorado, rodeado de peñascos que hacían de ella una piscina cristalina llena de palabritas y conchitas que recogíamos e inmediatamente las comíamos como todo una acontecimiento.
Pegados de la ventana del auto íbamos mi hermano y yo mirando a través del cristal los frondoso valles que vestidos de color naranja y amarillo florecían a lo largo de la carretera y metidos en algún llano, divisábamos algunas vacas y carneros y más allá solitario pero hidalgo, un hermoso corcel, de color marrón. Rápidamente y sin guardar tregua nos lanzábamos a adueñarnos de quien ni siquiera sabía que existíamos – ¡Caballo para mí! – y contento por haberlo conseguido primero, de pronto en el camino veíamos otro caballo, esta vez de color blanco y rápidamente pronunciaba alguno de nosotros -¡Caballo Para mí!- en seguida venia la discusión de quien había dicho primero la frase poseedora que se enfrascaba en acaloradas discusiones  y estas no acababan hasta que nuevamente divisáramos otro caballo o burro y lanzábamos la frase que nos adueñaría de aquel maravilloso y no menos hermoso equino - ¡CABALLO PARA MI!
Sin saberlo, el amor por lo caballos surgió como estampida en mi corazón, que luego de llegar a la capital, quedo sumergido en un sueño profundo, envuelto entre tanto cemento y asfalto, pero un día sin saberlo, llegue al hipódromo y fue chapelco quien despertó aquel niño inocente que peleaba por los caballos de los valles de cañete, pero que aún ahora, callado sigo mencionando aquella frase infantil ¡CABALLO PARA MI!.


Por: Esteban Gagliardi 

Foto: Giselle Linares

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